Guacara

domingo, abril 06, 2008

Barbería Italia

Ahorita voy con mi primo Erick a cortarme el pelo. Estoy en Guacara, saliendo de su apartamento de la calle Piar. Estábamos hablando pistoladas en la casa y mencioné que necesitaba una afeitada. Erick me recordó el lugar adonde va a cortarse el pelo, uno que siempre comenta, que queda frente a la plaza y es súper barato: dos mil bolos en lugar de los nueve mil que pago en Caracas y los cinco en Valencia. Pensaba ir solo pero mi primo se ofrece a acompañarme porque no tiene otra cosa que hacer y así hablamos más pistoladas por el camino.

Caminar por las calles de Guacara es parecido a caminar por el centro de Valencia o Caracas, aunque tiene un estilo más propio de pueblo del interior. Como es fin de semana, la gente sale a la acera de sus casas y se sienta en sillas y mecedoras a beber, hablar y observar a las personas de la calle. A veces se puede ver a un borrachito tirado en la acera o, si es más decente, en el pasillo de la casa, el mismo que tienen todas los hogares del centro de Guacara y que es el eje central del inmueble. Las casas de la época colonial son altas, con sus ventanas grandes y gruesos barrotes, y puertas de madera de dos piezas que se abren hacia adentro. En los patios están los gallos y gallinas encerrados en tela metálica para que no se escapen.

Humo, tráfico, aceras donde sólo cabe una persona y se tiene que ir en fila india, encuentros con algún familiar o amigo, cuidado con los carros que pegan duro, el calor infernal, cornetas, mami que rica estás, deja de llorá o te reviento a coñazo. A la Guacara moderna no le faltan más negocios chinos ni cyber cafés porque ya hay demasiados, sobretodo aquí en el centro, el lugar más importante de todos los pueblos y ciudades del país.

Llegamos a la plaza Bolívar y ahí mismo la veo, en un cartel de metal pintado de blanco y con letras rojas y verdes, la barbería italiana de los tiempos de la inmigración. Se llama así justamente, Barbería Italia, y es atendida (por supuesto) por un italiano, Pepino, de 64 años, un señor que corta el pelo bastante bien según mi primo. Entro al lugar y me doy cuenta que es como lo había imaginado en los cuentos de Erick, la propia barbería que antes abundaban y que tanto se diferencia de las peluquerías y centros de belleza de hoy, donde lo macho brilla por su ausencia. Es aquí donde el barbero que está desocupado (el venezolano, el de 60 años, Pepino sólo tiene un barbero adicional) canta más con el corazón que con sentido musical las canciones de un radio viejo que curiosamente sólo coloca canciones de hace treinta-cuarenta años, y de este modo escuchar a Nicola di Bari o Charles Aznavour es más fácil que buscarlos en Discocenter. Es aquí donde el barbero se faja a hablar contigo de cuando fue recluta, te muestra sus fotos vestido de cabo y comienza a hablar de política con alguno de los que esté esperando por afeitarse. Es aquí donde el barbero habla espectacularmente de Bolívar, porque el Libertador es casi un santo en los pueblos de “la provincia”.

Pepino me dice que está libre y me siento en la silla. Erick me había comentado el olor que emana desde la boca y las axilas de Pepino pero yo estaba determinado a vivir la experiencia. El señor me pregunta con su acento todavía italiano cómo quiero el corte. Le digo que me pase la cuatro por arriba y la dos por los lados, como siempre me corto en las peluquerías. Error, esto no es una peluquería. A los barberos de antes no se les dice que utilice la máquina, no les gusta. El precio: Pepino no habló mucho conmigo, si acaso me preguntó de dónde era y otra cosa ahí, aunque si lo veo por el lado positivo no inhalé su aliento muchas veces. Apenas termina de cortarme el pelo me dice que me mire en el espejo y me pregunta si me gustó. Le digo que sí, de verdad quedó bien. Pepino se sonríe y dice sarcásticamente con su acento todavía italiano: “tú dijiste la máquina y mira cómo te lo corté, sin máquina”. Me reí porque era inevitable hacerlo, le pagué y nos fuimos. Pepino me había cortado el pelo sin utilizar la máquina y le había quedado mejor que utilizando ésta.

(febrero 2006)